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LOS VAGOS EN NUESTROS CAMPOS Juan Antonio Alix

LOS VAGOS EN NUESTROS CAMPOS

Todo el hombre sin oficio
Vive lleno de alegría,
De pulpería en pulpería
Alimentando su vicio.
No se toma el sacrificio
De levantar una paja,
Con el dado y la baraja
Y su frasco de aguardiente,
Vive así alegremente
Quien el lomo nunca baja.

Muy de mañana se vé
Que va donde la vecina,
A velar en la cocina
El traguito de café.
Y aunque allí sentado esté,
Ni un palo de leña raja,
Ni le empuña la tinaja
Para ir al río por agua,
Pues quiere vivir de guagua
Quien el lomo nunca baja.

Después coje su acordeón
Y se va a una taberna,
Se sienta, y cruza una pierna
Y principia la función.
Otro dando en un cajón
Y cantando que se raja,
Arman tamaña sonaja,
Y, si llega algún marchante,
Le pide un trago al instante
Quien el lomo nunca baja.

Cuando están en su elemento
Y llega algún hombre honrado
Le ponen con mucho agrado
En los pies cada instrumento.
Y el pulpero , muy contento,
Por caer algo cae en la caja,
Pues el que trabaja
Ya pagará el aguardiente,
Que tomará francamente
Quien el lomo nunca baja.

Cuando ya no hay más bebida
De guagua allí en una cantina,
Invade alguna cocina
De algún vecino en seguida.
Y después de la comida
Si el plan allí se le cuaja,
En algún montón de paja
Duerme allí como un cochino,
Porque vive del vecino
Quien el lomo nunca baja.

Después que duerme se vé
Que va donde otra vecina
A escurrir en la cocina
Algún morro de café.
De allí sale el gran musié,
Sacudiéndose la paja,
Pero como ya es alhaja,
Ha dormido bien su siesta,
Vuelve otra vez a la fiesta
Quien el lomo nunca baja.

Si tiene casa, al volver,
Llega como un toro bravo,
Pues sin dejar un centavo
Quiere encontrar qué comer.
Y a la pobre su mujer
Como un demonio le faja,
Y le rompe la tinaja
Y la losita que tiene:
Pues así es que se mantiene
Quien el lomo nunca baja.

Y si de comer no halla,
Manda a los pobres hijitos,
A robar varios huevitos
De gallina ajena en maya.
O si no el muy canalla,
El puerco del que trabaja
En el hombro se lo encaja
Y al pulpero que consiente,
Lo trueca por aguardiente
Quien el lomo nunca baja.

En el campo hay pulperos,
Y también en poblaciones,
Que de vagos y ladrones
Son socios y compañeros.
Pues hay muchos taberneros
Que por la chica ventaja,
Compran siempre alguna alhaja
Sabiendo que es mal habida,
Y así pasa bien la vida
Quien el lomo nunca baja.

Todos los agricultores
Se quejan de la vagancia,
Y muy poca vigilancia,
Entre alcaldes e inspectores;
Y que algunos mamadores
Tapan muy la tinaja,
Pues como encuentran ventaja
En tapar mil travesuras,
Vive bien, y a sus anchuras
Quien el lomo nunca baja.

Del campo en varias secciones
Dicen que allá no hay justicia,
Que lo hay es malicia
De muchos Gefes tragones.
En arreglos de cuestiones
Siempre el pobre se trabaja,
Pues lleva la desventaja
Si en el campo dan sentencia;
Pero siempre halla clemencia
Quien el lomo nunca baja.

De los campos día por día
Traen muertos a la Ciudad,
Pues se matan sin piedad
Por cualquiera bobería.
Ni alcaldes ni policía
En las fiestas nadie ataja,
Pues lo que más agasaja
Es cobrarse la licencia,
Pero no vé su sentencia
Quien el lomo nunca baja.

Hay alcaldes e inspectores
Muy cumplidos y despiertos,
Que cogen siempre a los muertos
Pero no a los matadores.
Hay otros que son mejores
Porque son de rompe y raja,
Que andan con la baraja
Y la botella en el seno,
Y un gefe así lo halla bueno
Quien el lomo nunca baja.

Los buenos todos se quejan
Que a fiestas los invitan,
Y sus armas se las quitan
Y a los malos se las dejan.
Y que los gefes se alejen
Del pilón y del que maja,
Porque dicen que el que ataja
Le viene el toro de frente,
Y así vive alegremente
Quien el lomo nunca baja.

De cuenta de autoridades
En los campos, con frecuencia,
Sin ser de su competencia
Se toman mil facultades.
En ajenas propiedades.
Uno quita, otro rebaja,
Y escrituras, que no es ñaja
Como notarios las dán;
Pero siempre está en su afán
Quien el lomo nunca baja.

Algunos hacen de curas,
Pues casan y hacen bautismo
Y como curas, lo mismo,
Echan agua a las criaturas.
Derechos de sepulturas
Muchos cobran sin rebaja,
Y si nadie los ataja,
Llegarán hasta Arzobispo,
Pues hoy sirve para Obispo
Quien el lomo nunca baja.

Ya lo creo!
Como no!
Con el mameo,
No digo yo!

Santo Domingo, Febrero 22, 1893.

Juan Antonio Alix

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